Las aplicaciones de IA, como ChatGPT, son muy buenas dando respuestas genéricas. No son buenas en empatía ni en otras habilidades humanas.
Esto se debe a que se están perdiendo toda una vida de experiencias emocionales humanas.
Sí, estas experiencias humanas se reflejan en nuestras canciones, nuestros poemas, nuestras imágenes artísticas. Pero todo esto es un reflejo, una sombra de la experiencia emocional real. Y las emociones son lo que nos hace avanzar, lo que nos convierte en los seres humanos que somos.
Esencialmente, la IA, mientras no tenga forma de sentir esas emociones humanas y de experimentar la vida real, siempre nos dará la sombra, el reflejo, el café insípido recalentado por segunda o tercera vez.
La IA no es la única entidad desconectada de la experiencia humana real. Los seres humanos estamos desconectados de otras experiencias humanas de muchas maneras. Un hombre blanco privilegiado de una familia de clase media estadounidense, por ejemplo, no podrá sentir lo que se siente al ser mujer en Oriente Medio en una zona de guerra. Por ejemplo, en Palestina.
Claro, él podrá empatizar e intentar basarse en sus peores experiencias, y por supuesto sentir profundamente angustia y también algo de miedo, con sólo mirar las fotos. En última instancia, sin embargo, él no tiene la misma experiencia, la misma vida que esta mujer. Y nunca la tendrá. Sólo podemos relacionarnos profundamente con experiencias que son realmente muy similares a las nuestras, sólo éstas son las experiencias que podemos comprender a un nivel visceral.
Por lo tanto, la incapacidad de la IA para relacionarse con nuestra experiencia humana, quizá incluso la frialdad percibida de la IA, debería servirnos de recordatorio de que nosotros mismos no somos capaces de relacionarnos con otras experiencias humanas. Tal vez, si pasáramos por las mismas experiencias que las personas con las que intentamos relacionarnos, nosotros mismos también podríamos actuar de formas muy similares.
Foto de Andrea De Santis en Unsplash